sábado, 7 de marzo de 2009

Informe Kayona

A continuación, extractos del «Informe Kayona», de Ricardo González (al final dejamos las direcciones para leer el Informe completo).


Ushuaia, Tierra del Fuego, 12 de diciembre de 2004

Cada vez que me ha tocado relatar y describir una experiencia de contacto al lado de los Guías extraterrestres, las palabras me han limitado. Es difícil plasmar tan bellas e intensas vivencias. Sin embargo, por la importancia de lo vivido, y desde luego el mensaje y las profundas enseñanzas que involucra un contacto, vale la pena intentarlo. Y seguramente, a pesar de tratarse sólo de palabras escritas, quizá éstas puedan transmitir parte de la energía recibida en aquellas inolvidables experiencias. Ya ha sucedido antes: El mensaje llegará a quien tenga que llegar.

En diciembre del año pasado, me tocó vivir un nuevo encuentro físico con los Hermanos Mayores; una experiencia diferente pero complementaria a todo lo que anteriormente enfrenté. Han pasado siete meses desde aquella vivencia, siete necesarios meses de reflexión. Un tiempo que tomé por recomendación del Maestro Joaquín. Ciertamente él «ve el futuro», y por ello tiene esa magia para orientarnos a través de consejos que, en una primera instancia, nos resultan incomprensibles o irrealizables. Pero así opera la Misión. Posee mecanismos mágicos y perfectos.

Procuraré ser breve y sencillo en narrar cómo se dio la invitación y las concretas confirmaciones que se sucedieron, una tras otra, para respaldar este contacto con la ciudad perdida de la Antártida. Que su luz llegue a todos.



[...]


EL CONTACTO

Esperábamos de los Guías la presencia de sus naves, que había sido señalada a las 23:30h de aquel día 12 de diciembre como respaldo y aval del contacto con Kayona. Nosotros aguardamos los avistamientos en ayuno silente. Y ni bien iniciamos la práctica, a la hora exacta, una nave se mostró en el cielo; teníamos una «noche» aún clara y que esgrimía unas pocas estrellas. Todos vieron la nave menos yo. Y los muchachos me decían entusiasmados: «Apareció y se desplazó sobre el Cinturón de Orión».

Miré al cielo, y sintiendo la presencia de ellos, tan cercana y palpable, apareció otro objeto... Y luego otro más. Estaban allí, moviéndose sobre nuestra ubicación, encendiendo y apagando sus luces como diciéndonos «Estamos aquí». Aurora, mentalmente, le pidió a los Guías que una de las naves viniera en dirección opuesta a lo que estábamos observando. Y así ocurrió en presencia de todo el grupo. Esta escena me recordó una salida con Aurora en Cipreses (Chile), en donde se produjo una comunicación similar con el Guía Antarel, y acto seguido una nave se mostró descendiendo sobre el volcán «El Palomo». La situación no era muy diferente en Ushuaia. ¡Estaban otra vez con nosotros!

El siguiente paso era dirigirnos al bosque. Prácticamente todo el grupo sintió ir y apoyar la experiencia desde muy cerca. Así, nos encaminamos hacia la costa de la Bahía, en dirección al claro que Feña había descubierto y que el propio Antarel me había mostrado previamente en una visión. ¡Impensable como se estaba dando todo! Tenía una emoción desbordante. Una sensación interior diferente a todo lo que había enfrentado en otras oportunidades.

Al constatar el apoyo manifiesto de los Guías —una vez más en los momentos en que los requerimos— sentí como si estuviese avanzando con un ejército de ángeles, muy asistido y acompañado. No está demás decir que el grupo me transmitía seguridad y determinación. En ningún momento dudaron que todo esto se diera.

Cuando llegamos a la entrada del claro, los muchachos se quedaron haciendo un trabajo de apoyo mientras yo me acercaba a «inspeccionar» el lugar. La idea era corroborar la formación de la puerta dimensional que citaban los Guías. Casi automáticamente estaba siguiendo el «modus operandi» para detectar la posible materialización de un Xendra. Y aunque sentía muy cerca al Guía Antarel, y el lugar me resultaba «distinto», «diferente» —es decir, «algo» había cambiado allí pero no sabía qué—, no veía nada que me sugiriera la puerta que buscaba. Estaba a punto de volver con el grupo cuando de pronto recordé el mensaje que advertía una «puerta diferente» para esta experiencia, que «se ve con los ojos del corazón». Y me pregunté: ¿Qué sientes hacer?

Y sentía seguir, con la visión en mente de la puerta de luz sobre el agua y Antarel allí esperándome. «Lo que me faltaba —me dije—, si me mojo con este frío...». Avancé seguro y a paso ágil, con los brazos flexionados a la altura de los hombros y las palmas hacia delante procurando sentir cualquier variación en la energía del lugar. Me aproximaba a la orilla, cuando, de pronto, en un instante... Algo había pasado...

Ya no me encontraba en la Bahía Lapataia... Estaba en una playa de finas arenas y ¡de día!, con un Sol impresionante. Y yo con el abrigo encima y los guantes. Sentí el calor, mientras contemplaba el paisaje totalmente desconcertado. ¡Había «aparecido» allí en menos de un segundo!

En el agua de este mar apacible, se hallaban dos hombres muy morenos, altos y atléticos, que me recordaron a los antiguos aborígenes australianos. Recuerdo muy bien que tenían el torso descubierto y ambos portaban como unas grandes jabalinas de madera, y las hundían con golpes rápidos en el agua. Tuve la sensación de que estaban pescando.

Ninguno de ellos había advertido mi presencia allí. Era como si no estuviera. Entretanto yo me preguntaba que tenía que ver esto con la experiencia anunciada con Kayona, si era «real» lo que estaba viviendo, en qué momento «entré» en la puerta...

Entonces decidí acercarme al hombre más próximo a la orilla, y tocarle. Estiré tímidamente mi brazo derecho para llegar a su espalda. Y cuando debería haberle tocado, ¡le atravesé! —como si se tratase de una imagen virtual—, y en un abrir y cerrar de ojos tuve una visión increíble, nítida como extraña: veía desde arriba, desde lo alto, como si estuviese «volando», una ciudad majestuosa, una mezcla de tecnología avanzada con construcciones de orden piramidal que parecían haber sido levantadas en un material similar al mármol. Veía inclusive gente caminando en una vía muy ancha, y que conducía a una pirámide mayor rodeada de varias cúpulas. Se apreciaban varios jardines, caídas de agua, y sobre todo, paz.

Estaba mirando Kayona, una imagen del pasado antes del desastre.


LA ORDEN DE LOS VIGILANTES

Luego de aquella «visión», en un abrir y cerrar de ojos me encontré al interior de un gigantesco salón. Sentí que me hallaba dentro de esa Gran Pirámide que había visto desde «el aire». No había nadie. Se percibía una soledad abrumadora, y al mismo tiempo, un ligero temblor en las paredes. Y de pronto tuve frío, viendo cómo las blancas paredes de este templo se cubrían de hielo, mientras una suerte de vapor, en extremo frío —tanto que «quemaba»— ingresaba por los grandes pasillos que convergían en este recinto circular.

Por alguna extraña razón, «sabía» que no todos los habitantes de Kayona eran sorprendidos por este congelamiento súbito de la ciudad. Bajo mis pies, bajo el suelo de este templo, sentía a un grupo de personas refugiándose.

Los Guardianes y Vigilantes se dirigían a un altar de piedra, que ya había advertido en el centro de este salón. El altar era básicamente una pequeña estela, quizá de un metro y medio de ancho y uno y medio de alto. No puedo estimar su espesor con certeza ya que en esta experiencia estuve ubicado de frente a él. Sobre este «promontorio pétreo» colocaron el cuenco verde. Los Vigilantes se habían dirigido allí formando dos filas; todo lo hacían con solemnidad, como si cada detalle formase parte de un ritual.

Entonces, vi algo que, sinceramente, me conmovió sobremanera:

Los Vigilantes se arrodillaban ante el aquel cristal verde...

¿Por qué lo hacían? ¿Por qué era tan importante aquella piedra? —me decía.

Se me estaba revelando un aspecto menos conocido de los Guardianes y Vigilantes. Un aspecto «místico» en torno a una piedra de poder que es importantísima a escala galáctica. Como me revelaría instantes después el Maestro Joaquín, existe una Orden Cósmica que se inició en torno al simbolismo de este cristal; un elemento inusual de hallar en el Universo, y que en este caso, había sido encontrado en lo que llamamos la Gran Nebulosa de Orión. Esta piedra contiene un importante secreto de la Creación del Universo Material, pues es la mente hecha materia, el pensamiento hecho verbo, la luz cristalizada...

Entonces tome conciencia de que todo el tiempo que había observado estas escenas, me hallaba en realidad, físicamente, en aquel Templo de Kayona. Pero en el presente...

De alguna forma, «algo» me había traslado materialmente allí —sin duda la puerta dimensional, pero ya hablaré de ello más adelante—; y aún absorto y reflexivo, intuía que las visiones y escenas relacionadas a la historia de Kayona, me habían sido transmitidas o «proyectadas» por la mismísima piedra verde, que seguía allí, sobre la estela de piedra. Y es que esto ya no era una visión: me encontraba de pie frente a ella, y el Maestro Joaquín ubicado detrás, observando todo en silencio...

Joaquín, vestido con una brillante túnica dorada, se hallaba de pie sobre una suerte de desnivel superior, en el otro extremo del gran salón. Entre el anciano Maestro y mi persona se hallaba aquella misteriosa piedra. Él observaba atento y en silencio mis reacciones, como si estuviese aguardando que terminara de comprender algo.

Un segundo después, advertía que Joaquín no estaba solo: flaqueándole por ambos lados, se hallaban, estáticos y también silenciosos, Guardianes y Vigilantes de sólidos trajes plateados, los mismos que acababa de contemplar en la visión que me «compartió» la piedra. ¿Qué hacen allí? —me decía desconcertado—. En la experiencia de contacto en Celea, el propio Ishtacar me había transmitido que en los últimos tiempos los Vigilantes de la Confederación estaban prohibidos de aproximarse a nuestro planeta, que sólo podían operar en el espacio siguiendo sus funciones de protección. ¿Entonces qué hacían en el templo de Kayona al lado del Maestro Joaquín?

—¿Sabes por qué estás aquí? —Habló Joaquín, interrumpiendo mis pensamientos.

—Sé que tiene que ver con aquella piedra —le dije—. Siento que esperan que la toque, pero, ¿para qué? ¿Por qué yo?

—Hay cosas que sólo podrás comprender por ti mismo Nordac. Pero te podemos adelantar que encierran un profundo significado simbólico para todos. No te preguntes porqué tú, sino porqué ustedes, pues cada experiencia que les toque vivir sintetiza el aporte y el caminar de muchos. Si ahora te encuentras aquí es porque fuiste preparado para ello, y porque te corresponde. Siempre seguiste adelante sorteando las pruebas, y atendiste con amor todos los encargos y disposiciones de la Confederación. Fuiste el primero en llegar físicamente a los tres puntos que constituyen el Triángulo de Poder, precipitando con ello una serie de mecanismos que te han traído como consecuencia lógica a Kayona.

—El Triángulo de Poder... Se refieren a Paititi, la Cueva de los Tayos y la Sierra del Roncador. Pero, ¿qué tiene que ver ello con la piedra y mi visita a este lugar?

—Qué sientes —respondió llanamente el Maestro.

Entonces miré la piedra, y sentía una fuerza extraordinaria que parecía salir de ella, y que me invitaba a tocarla... Era como una necesidad de hacerlo.

—No puedo, no puedo tocarla —le dije a Joaquín luego de unos momentos de reflexión.

—¿Por qué no puedes? —me inquirió calmado.

Sin pensarlo, repuse: «Desde que la piedra estuvo en manos de Jesús, su significado ha cambiado para el Universo».

Aún ahora, escribiendo estas líneas, no logro comprender porqué contesté así. Fue un impulso. Y soy enteramente conciente que mi respuesta —que produjo una expresión de «iluminación» en el rostro de Joaquín— podría asociar la historia de esa piedra con el mítico Santo Grial de Jesús, a pesar de que en ningún momento Joaquín se refirió a ella como la copa sagrada que Cristo empleó en la Última Cena.

Como fuere, al ver que me resistía a tocar la piedra, una cadena de emociones se empezó a desatar en mi corazón, atrapándome en un copioso llanto, en medio de aquel gran salón de la antigua Kayona...

—Tu sola presencia aquí ha permitido la activación de uno de los discos solares —sentenció Joaquín—, y que se encuentra en otra gran cámara, bajo uno de los volcanes durmientes más importantes de la Antártica.

No sientas que has defraudado nuestras expectativas Nordac —añadió—, pues con el transcurrir de los meses verás todo con claridad. Te llevas en tu interior parte de la historia de Kayona, que desde la piedra antigua ha fluido a tu mente para que la puedas recordar cuando termines de comprender.

Y el Maestro tenía razón, pues a pesar que enfrentaba muchas emociones en aquel momento, sentía con fuerza que algo había sido depositado en mí. De hecho una serie de visiones, como si se tratasen de flashes de información, latían en mi mente como si las conociese de siempre. La historia de aquella piedra que vino del cosmos, su relación con los Guardianes y Vigilantes, Kayona, Jesús.

Entonces Joaquín me explicó que los Guardianes y Vigilantes que se hallaban de pie a su lado no eran otra cosa que sus envases físicos; es decir, los cuerpos que utilizaron en tiempos de Kayona y la protección de la piedra. Sus cuerpos habían quedado allí como recuerdo y símbolo de aquella misteriosa Orden de Vigilantes que tuvo a su cargo uno de los objetos más misteriosos del Cosmos. Ante esta revelación era inevitable asociar la escena con la labor de los Templarios y la protección de reliquias cristianas de gran valor espiritual, como el Arca de la Alianza o el mismísimo Santo Grial. No dejaba de preguntarme: ¿Una Orden de Vigilantes? ¿Cuándo y porqué se fundó? ¿Cómo llegó aquella piedra a la Tierra?

Sin embargo «algo» parecía responderme. Sin duda era la información que la piedra dejó en mí y que con el transcurrir de los meses comprendería.

Finalmente, Joaquín aprovechó en entregarme algunos consejos, entre ellos me advirtió que mi trabajo dentro del programa de contacto, adquiriría su mayor relevancia a partir del año 2007, luego de haber cumplido 14 años de preparación con los grupos. Es decir, que todo lo que estaba viviendo era una suerte de «adiestramiento». Curiosamente, en el 2007 cumplo 33 años, la misma edad de la Misión en la Tierra. Muchas claves y diversos símbolos que giraban en torno a los activadores «14» y «33», y que me acompañaron desde el inicio de esta aventura espiritual. Los hermanos mayores lo habían «calculado» todo.

El Maestro, atento y sin dejar de mirarme, me sugirió que siguiera difundiendo la existencia y mensaje de la Hermandad Blanca, pues ese era mi principal aporte al interior de este gran mosaico, señalando además que diéramos mayor importancia al trasfondo espiritual del contacto y a todo lo que hemos recibido de ellos en relación a los intensos cambios climáticos que está viviendo la Tierra como parte de su tránsito al Real Tiempo del Universo.

Luego, Joaquín me despidió, diciéndome:

—Te llevarás contigo, aquello que se te mostró inicialmente en Roncador. Es momento de que lo recuerdes.

El Maestro cerró sus ojos y juntó sus manos en actitud de oración; instantes después pronunciaba estas trece palabras:

Emanashi, Sipenbó, Aromane, Xemancó, Urinam, Jasintah, Ilumana, Demayon, Ramayah, Mitakunah, Omsarah, Ulimen, Ion.

—¡Son los nombres de los Discos Solares! —exclamé.

[NOTA DE XENTOR: En la ilustración pueden verse las ubicaciones de los Discos Solares, según información recibida por Ricardo González].

—En esta ocasión no los olvidarás. Ya sabes qué vibración corresponde a cada disco. Los Guías y Maestros sabrán orientarles en su trabajo. Medita en todo esto Nordac. Y aguarda hasta agosto que allí verás todo con claridad. A partir de esa coordenada muchos cambios empezarán a operar en los grupos.

De pronto, en un abrir y cerrar de ojos, me encontraba de pie en la Bahía Lapataia, ubicado en la orilla frente al Canal Beagle. Había «regresado» en un segundo.

Sorprendentemente, sobre el agua, veía un pequeño arco de luz blanca, exactamente igual a la visión que me mostrara Antarel. Entonces escuché la voz del Guía de Apu, diciéndome con ternura:

«Muchos seres en el Cosmos desearían tocar la piedra. Y tú estuviste frente a ella y no lo hiciste. Fue un actuar humano, y ello estuvo bien».

Me caían las lágrimas. No comprendía aún la profundidad de lo que había vivido. Sólo sentía en aquel momento que había defraudado a los Guías y a mis compañeros de grupo por no haber podido tocar la piedra, un hecho que parecía ser sumamente importante para sellar algo. Y yo no pude. No obstante, más tarde me daría cuenta que estaba equivocado, y que todo se había dado como tenía que haber sido...

En ese instante escuché unos pasos. Era Iara, que inquieta por una sensación que había tenido durante la meditación de apoyo en el grupo, decidió venir para ver qué me estaba sucediendo, pues había percibido mis emociones a la distancia. Cuando ella vio el destello blanco en el mar, y yo de pie frente a él, pensó que me había faltado convicción de introducirme en el agua para llegar a la puerta, como si estuviese repitiendo el mensaje simbólico de la visión que un día atrás me transmitió Antarel.

Entonces le dije que la puerta que observábamos se estaba marchando en dirección al mar, pues la había cruzado cuando ésta se hallaba proyectada en la orilla. Cuando eso sucedió no se veía físicamente como ahora. De hecho, Carina, que se había aproximado a la orilla desde el otro lado donde estaba el grupo, vio también el destello brillante sobre el agua.

Volví lleno de emociones. Y recordando principalmente la experiencia de haber estado frente a la piedra. Todo lo demás había quedado momentáneamente aparcado en mi memoria ante las intensas sensaciones que me produjo estar ante aquella suerte de esmeralda mágica. Varios hermanos en el grupo, sorprendentemente, habían experimentado la misma visión de mi persona frente a Joaquín y a los cuerpos de aquella antigua orden de Vigilantes. Aunque ellos no «entraron» físicamente conmigo a la puerta, habían recibido informaciones similares y complementarias que nos tomaría tiempo asimilar.

Joaquín, una vez más, había «visto» el futuro. Y tenía razón en sugerirme a que esperara unos meses para compartir semejante vivencia. En el Encuentro Internacional de Capilla del Monte (enero 2005), a pocas semanas del contacto en Tierra del Fuego, compartí parte de lo que vivimos y allí comprendí que, independientemente del interés y aceptación de mi testimonio, aún no estaba preparado para transmitir lo que los hermanos mayores me habían revelado en Kayona.

Con el transcurrir de los meses —tiempo en donde afrontamos nuevas vivencias relacionadas a Kayona y la piedra— comprendí.

Una ciudad perdida en la Antártica, una orden de Vigilantes extraterrestres, una piedra que sintetiza el misterio de la creación del Universo Material, son temas que deben ser tratados con calma y claridad.

[...]


LOS EXONES, LEMURIA Y KAYONA

[...]

Las primeras visiones que enfrenté al cruzar la puerta, fueron básicamente eso, visiones, pero cargadas de información pues los Guías me hicieron sentir muchas cosas, desde el «clima» de aquella playa a la sensación de abandono de la ciudad instantes previos de la hecatombe. Todo ese tiempo me había hallado físicamente al interior de un gran salón en la propia Kayona y en tiempo «presente», ubicado frente a aquella piedra misteriosa y ante la presencia del Maestro Joaquín. Esa piedra o esmeralda con forma de copa pentagonal, por alguna razón, había sido la responsable de estas primeras visiones que involucraban los orígenes de Kayona mientras me hallaba allí de pie, antes del diálogo con Joaquín. La piedra había recreado toda esa información a través de una suerte de realidad virtual en proyección.

Comprendí que la zona donde se había asentado la cultura lemuriana (sur oriente de África y Madagascar, Océano Indico) se tornó inestable por una cadena de movimientos sísmicos. Ello les empujó a explorar el mundo. Inicialmente viajaron hacia el este y allí transmitieron su sabiduría. Fue de esta manera como nació lo que algunos escritores denominan «Mu», en el pacífico sur.

En aquellos tiempos, el entorno geográfico terrestre era distinto. La actual Antártica se hallaba ubicada a la altura que hoy ocupa la patagonia Argentina, y gozaba de un clima estable y equilibrado. Allí fundaron una ciudad que reuniera a todas las colonias lemures. Le llamaron Kayona, un nombre propio de su cultura y que significa: «Todos somos uno».

Supe también que esta ciudad, con el tiempo, sería frecuentada por visitantes estelares que servían a la denominada «Confederación de Mundos de la Galaxia». Pronto, Kayona se convertiría en un enclave que agrupaba a diferentes culturas de la Tierra y a colonos de otros mundos, en una época en que la Tierra recibía frecuentes visitas extraterrestres.

Con aquella visión de la experiencia, donde me mostraban Kayona desde lo alto, sentí que esta inmensa colonia se había constituido en una ciudad de paz, al punto de estar al margen del proceso que vivían otras culturas en el mundo como parte del programa de contacto con la Tierra. Es decir, era una zona protegida por la propia Confederación.

Los lemurianos la habían fundado originalmente allí, en las cercanías de un gran lago, donde acorde a sus leyendas, se había originado la vida. Y no se equivocaban. Pues la molécula auto-replicante que mentes extraterrestres trajeron a nuestro mundo, fue sembrada precisamente allí, hace miles de millones de años. Probablemente ello motivó a la Confederación para establecerse donde todo se había iniciado.

No obstante, la paz de Kayona sería interrumpida por la violencia del proyecto atlante. A pesar que la Confederación sugería una evacuación al ver que la cultura mestiza del atlántico estaba por generar una catástrofe planetaria, los colonos humanos de Kayona se mantuvieron firmes en permanecer en la ciudad hasta el final de la misma, tanto por los secretos que protegía y que no debían ser trasladados a otro lugar, como por su simbolismo de esperanza y unidad.

En el centro de Kayona se hallaba la edificación principal, una Gran Pirámide blanca que era llamada el «Templo del Principio». Muchos se reunieron en los subterráneos que se hallan bajo esta Gran Pirámide momentos previos a la catástrofe. Eligieron estar allí, bajo uno de los templos más antiguos de la Tierra; un templo que era respetado por todos, incluyendo a los visitantes extraterrestres.

Como adelanté anteriormente, con la catástrofe atlante —que involucró la caída de dos cuerpos celestes a la Tierra— nuestro mundo experimentó un violento e inesperado cambio de eje, que sepultó tierras otrora templadas bajo el manto de un hielo polar. Kayona quedó ubicada más al sur, a cientos de metros bajo el paisaje blanco de la actual Antártica.

Ese momento fue el que me transmitió otra instancia de la experiencia: ver y «sentir» cómo el Templo del Principio se congelaba rápidamente en medio de un terrible temblor que parecía anunciar un verdadero fin del mundo.


LOS VIGILANTES Y LA PIEDRA DE PODER

Dentro de estas primeras visiones, se me mostró aquella desconcertante escena donde un grupo de Guardianes y Vigilantes rendían culto a una suerte de esmeralda, que parecía haber sido tallada como una copa pentagonal. En la experiencia de contacto supimos que dentro de la estructura de acción de las civilizaciones extraterrestres que nos visitan, existía un grupo de seres denominados «Vigilantes», cuya función básica era proteger a los mundos que aún no se habían integrado a la Confederación. Este es el caso de la Tierra.

La Confederación se había formado como una necesidad de intercambio y equilibrio dentro del Universo conocido, involucrando a diferentes culturas extraterrestres que buscaban fortalecer su avance dentro de un orden preestablecido. Con la experiencia que narro en «Mintaka» —y que detallo en mi reciente libro «Nuestros Lazos Extraterrestres»—, supimos que el caldo de cultivo para formar la llamada Confederación de Mundos fue en realidad una terrible conflagración bélica. Un hecho muy similar al que ocurrió en nuestro planeta luego de las dos primeras guerras mundiales: la creación de la ONU.

Los Vigilantes existían antes de organizarse aquella Confederación como una necesidad de proteger y preservar la supervivencia de una determinada civilización extraterrestre. Mas una vez creada la Confederación, se reorganizó la acción de los Vigilantes para servir a los designios superiores del Plan Cósmico.

Como recordamos, la Tierra es uno de aquellos mundos que portan una nueva especie que busca solucionar una crisis de estancamiento evolutivo en el Universo. Durante nuestro proceso de crecimiento y maduración, teníamos que ser protegidos de cualquier interferencia violenta que pueda ponernos en peligro. Fue así que arribaron los Vigilantes.

En un principio se les permitió tener bases en el planeta. Pero luego del incidente atlante los Guardianes y Vigilantes serían concentrados gradualmente en una base orbital detrás de la Luna, llamada Celea, desde donde continúan sus funciones de observación y protección de nuestro mundo.

La escena de ellos con aquella piedra, que resultaba en extremo mística más que una acción «militar», ocurría en Kayona, que ya estaba congelada por los hielos. Fue la última vez que los Guardianes y Vigilantes actuaron en la Tierra. Su acción final fue dejar aquella piedra en el Templo del Principio.

¿Cuál es la relación de aquellos Guardianes y Vigilantes con esa piedra misteriosa? ¿Por qué la respetaban tanto?

El punto de conexión es la Guerra Antigua.


Dentro de las revelaciones de la experiencia de Egipto, se halla la existencia de un estanque cósmico en la Nebulosa de Orión. Un estanque cósmico es el lugar donde se destila la energía de las criaturas vivientes de un planeta. En el caso de la Tierra, ello fluye sobre la base del espíritu colectivo de los animales; luego de ese proceso, el alma de la Tierra «crea» un espíritu individualizado o esencia humana. Desde luego que hay más de un estanque cósmico, porque son diversos los mundos que albergan vida en el Universo.

En el caso de Orión, estamos hablando de un superestanque cósmico que se halla al interior de su principal formación nebulosa (M42). Muchos científicos piensan que nuestro Sistema Solar se formó de una nebulosa de las mismas características, hasta el hecho de haber hallado moléculas orgánicas en Orión similares a las que habrían germinado en nuestro mundo hace eones de nuestro tiempo. Por si ello fuera poco, la M42, como la llaman los científicos, está «creando» actualmente nuevos planetas y estrellas.

Los extraterrestres me transmitieron en la experiencia del Informe Mintaka que dentro de esta Nebulosa existía un gran estanque cósmico. No me explicaron sobre la base de qué experiencia o especie se destilan aquellos espíritus estelares, pero sí me dijeron que llamaban Rah a aquel fenómeno, como si se tratase de un ser conciente al cual respetaban.

El origen de la Guerra Antigua fue Rah o el aspecto sobrenatural de la Nebulosa de Orión. Como recordamos, seres de la estrella Antares (Escorpio) se dirigieron al centro de este enigma para estudiarlo, inquietando de esta forma a las civilizaciones extraterrestres de Orión, desencadenándose así el conflicto bélico.

De acuerdo a la Ciencia de estos seres —que es incomprensible para nosotros— dentro de las formaciones nebulosas y en el centro de las galaxias se hallan poderosas puertas dimensionales que unen nuestro Universo Físico con un Universo Mental. Ellos hablan de tres planos contenidos dentro del otro: Espíritu, Mente y Materia.

El Universo Físico o Plano Material fue «engendrado» por el Universo Mental a través de una singularidad. Los científicos le llaman «Big Bang» o la explosión que dio origen al Universo conocido. Los extraterrestres dicen que fue una de tantas singularidades, pues no somos el primer universo físico creado, y probablemente no seremos los últimos. Estos conceptos, que hablan de diversas realidades co-existiendo en un mismo espacio, pero en diferentes tiempos, hoy en día están siendo escudriñados por nuestros científicos a través de disciplinas como la mecánica cuántica y la ingeniería revertida.

Ahora bien, hay un proceso que los extraterrestres aún no han terminado de comprender en su totalidad: cómo la energía mental se puede hacer materia.

De hecho, ellos alcanzaron a dominar ciertos conceptos que les permitió manipular la materia y vencer la velocidad de la luz, lograr la desmaterialización de sus vehículos para salvar grandes distancias en viajes estelares y hasta desintegrarse ellos mismos sin perder la conciencia al reintegrarse atómicamente en el punto de destino. No obstante, comprender cómo el Universo Mental engendró la materia seguía pendiente en sus estudios. Fue así como hallaron lo que denominan «cristalizaciones de la creación», un fenómeno que había acompañado la aparición del Universo Material.

La luz mental, que no es física, al densificarse para formar más tarde grandes nubes de gas y polvo, soles y planetas, dejó algunas evidencias de su naturaleza sobrenatural: pequeños cristales que condensaban la esencia de esa creación.

Estas formaciones están hechas de una luz pura y poderosa, una «luz» que originalmente no era material sino un destello similar al del pensamiento y que ahora gozaba de una estructura al haberse corporizado en un universo físico.

Estos cristales tenían cualidades asombrosas. Fueron hallados y puestos a servicio de los Guardianes y Vigilantes.

Empero, al interior de Rah, la Nebulosa de Orión, se halló un cristal diferente... Totalmente puro e «inteligente». Llegó a funcionar inclusive como un oráculo por sus extrañas capacidades. Rápidamente adquirió una naturaleza espiritual aun dentro de la extrema visión científica de los extraterrestres. No pocos seres llegaron a pensar que se trataba en realidad de una esencia del Estanque Cósmico de Orión que no llegó a tomar cuerpo, y que había quedado en un estado cristalizado. Otros decían que era el cristal más antiguo de los que se hallaban en el Universo: la primera evidencia de la creación del Universo Material.

Como fuere, y luego de la Guerra Antigua que se desencadenó por pretender desvelar este misterio, los Guardianes y Vigilantes formaron una Orden en torno a esa piedra. La cuidaban, la veneraban y respetaban.

Aquella piedra fue traída a nuestro mundo por los 32 enviados de la Confederación que fundaron la Hermandad Blanca terrestre en el desierto de Gobi. Los últimos miembros físicos de la orden de Vigilantes, llevaron la piedra al Templo del Principio de la congelada Kayona.

Debo decir que esa antigua Orden cósmica no existe más. Sus últimos componentes dejaron sus cuerpos o envases físicos en el mismo salón donde hoy en día descansa la piedra de Orión. Fue lo que vi al lado de Joaquín durante la experiencia. Y el destino de las esencias que animaban aquellos gigantes protectores de la Confederación, no es menos inquietante, pero puedo adelantar que siguieron cumpliendo funciones similares, incluso en la Tierra. Es un tema no menos complejo que dejaré para otra ocasión.

Aquella piedra de poder, tallada como una copa pentagonal y adornada con poderosos símbolos, emergería al mundo de superficie en determinadas ocasiones, siempre bajo la supervisión de la Hermandad Blanca. Por ello decía que esta historia, inevitablemente, evoca la leyenda del Santo Grial.

¿Acaso en el Siglo XII no corría como reguero de pólvora de que el Grial era una «esmeralda» caída del cielo, concretamente de la frente de Lucifer luego de una «gran batalla de ángeles»? ¿No se decía que había sido tallada por los seres divinos como una copa para ser disimulada y escondida en el mundo? ¿Estas leyendas tienen alguna relación con los episodios extraterrestres que hemos visto o es sólo una coincidencia?

Soy conciente que asociar la historia de esta piedra cósmica —y que actualmente se encuentra en Kayona— con la leyenda del Santo Grial, puede resultar chocante como reveladora. Empero no es mi intención afirmar que la Copa de Cristo está en la Antártica. Sólo el tiempo aclarará ello.

Lo que intentaré a continuación, es seguir el posible rastro de aquella piedra o esmeralda venida del cielo y su relación con la Hermandad Blanca del mundo subterráneo: desde los incas a los templarios, desde el desierto de Gobi a Jesús.


LA MISIÓN DEL GRIAL CÓSMICO

Aquella piedra cósmica, tallada como una copa, luce de primera impresión como un cuenco por su boca ancha. Sin embargo, al observarla de cerca, se aprecia el aspecto pentagonal de su circunferencia, y en sus bordes externos, extraños signos que representan los nombres de los nueve Guardianes y Vigilantes que iniciaron la antigua orden extraterrestre en pos de su protección. No deja de resultar inquietante el hecho de que fueron también nueve los caballeros que fundaron la orden de los Templarios en el Siglo X. ¿Está relacionada la piedra de Orión con el mito del Grial?

La piedra habría arribado a nuestro mundo con la llegada de los 32 maestros extraterrestres que fundaron la Hermandad Blanca en el desierto de Gobi. De allí en adelante, el elemento cósmico estaría al cuidado de los Guardianes del mundo subterráneo, quienes en determinadas épocas, permitían que la piedra salga a la superficie a través de sus emisarios y sea infiltrada en gravitantes momentos de nuestra historia. Aquella suerte de esmeralda espacial, en su estado natural, lucía similar a un cuenco, por ello no resultó difícil moldearla para darle una apariencia de copa humana y hacerla pasar desapercibida. Luego sería cubierta de metal, oro o piedra para ocultar su procedencia, poderes y misión.

No hay que olvidar que la piedra era algo más que un elemento de poder. Se trataba de un poderoso oráculo que sintetizaba el misterio de la Creación, y que seguía almacenando gran cantidad de información donde estuviese. Por esta razón los Maestros la exponían en ciertos momentos claves a la superficie, sin perder de vista su cuidado y protección. Sin duda, es difícil rastrear todas las oportunidades en que la piedra se manifestó para los hombres. Pero disponemos de algunos indicios de sus apariciones y el importante rol que desempeñó.

Una de estas apariciones habría ocurrido a través de Melquisedec, de acuerdo a la Biblia «Sacerdote del Altísimo» y «Rey de Salem» —supuesto nombre antiguo de Jerusalén—; en realidad, un iniciado de la Hermandad Blanca. Él bendijo a Abraham con la copa de poder luego que el patriarca derrotara a una coalición de reyes (Génesis 14:18). No sabemos si la piedra —camuflada como copa— permaneció con Abraham, pero sí conocemos la misión que pesaba en aquel maravilloso ser humano: iniciar en su persona un proyecto genético que conduciría al nacimiento de Jesús.

Aunque la tradición cristiana menciona por primera vez al Grial cuando Jesús celebra la Última Cena, instituyendo así el misterio de la Eucaristía —siguiendo el mismo ritual de Melquisedec al emplear el pan y el vino—, la copa ya estaba en poder de Jesús desde que era un bebé. Por lo que sabemos, la piedra llegó al Maestro gracias a la visita de los «Tres Reyes Magos», que al igual que Melquisedec, pertenecían a la Hermandad Blanca. Esto nos indica que en algún momento la piedra «regresó» a los Retiros Interiores para luego surgir en tiempos de Jesús.


JESÚS Y LA PIEDRA DE PODER

Cuenta la tradición del Grial que en el momento cumbre de la crucifixión, el centurión romano Longinos, montado a caballo, clavó su lanza en el costado del Maestro para certificar su muerte. Hay que recordar que los otros dos hombres que flanqueaban al Galileo en el Gólgota habían muerto de asfixia al romperles las piernas, así los romanos aceleraban las cosas y evitaban que los cuerpos no estuviesen expuestos el día sábado. De acuerdo a las profecías del Antiguo Testamento, ello no ocurriría con Jesús. Y así fue, pues con la herida que abrió Longinos, se determinó que aquel hombre profundo y misterioso había muerto.

Del costado abierto por la lanza, brotó sangre y agua —probablemente por haber perforado la pleura—, y en aquel momento José de Arimatea, un hombre acaudalado en su tiempo, influyente en el Sanedrín y discípulo secreto de Jesús, acercó la copa y colmó en ella la sangre sagrada. No está demás suponer que José sabía lo que hacía, no en vano la Última Cena se celebró en su casa, además que el sepulcro donde fue llevado el cuerpo del Maestro, era también de su propiedad. Como fuere, haya ocurrido en el instante mismo del lanzazo, o posteriormente en el sepulcro, José se habría hecho con una «muestra» de la sangre del Maestro como parte de un «propósito superior», que procuraba preservar la clave genética de aquel superhombre. De acuerdo a los Guías extraterrestres, el código genético de Jesús encierra el misterio de cómo un ser humano puede albergar en su cuerpo biológico una poderosa energía interdimensional, que supera largamente nuestra realidad física y une los universos.

Como recordamos, el domingo, Jesús resucitaría en su propio vehículo físico, restituyéndolo y dejando una evidencia desconcertante hasta nuestros días: una impronta en negativo de su resurrección, «grabada» por una radiación desconocida en el manto de lino que comprara José de Arimatea, y con el cual había envuelto el cuerpo de su Maestro. Con esto me estoy refiriendo a la denominada Síndone de Turín, que tantas discusiones científicas ha encendido. Finalmente, cuarenta días más tarde de la resurrección, Jesús ascendería al cielo en «cuerpo y alma», arrebatado por una «nube» (Hechos de los Apóstoles, 1:9) y a partir de allí no hay forma de rastrear qué ocurrió con la copa.

Luego se abren diversas hipótesis y leyendas sobre el Grial, desde que fue escondido en algún lugar de Tierra Santa hasta nuestros días; que Pedro lo llevó consigo a Roma para aparecer más tarde en las ceremonias de 23 Papas, hasta quedar ubicado finalmente en la Catedral de Valencia en España —personalmente dudo muchísimo que Pedro llevara el cáliz a Roma, y que éste se encuentre expuesto como si nada en una catedral a vista del público—; o la leyenda más extendida y probablemente más aceptada: que José de Arimatea llevó la copa a la Galia (sur de Francia) y de allí a Inglaterra.

Supuestamente, luego de la resurrección y ascensión de Jesús, María Magdalena, Nicodemo, el apóstol Felipe y un grupo de cristianos viajan con José en una de sus embarcaciones llevando con ellos el Grial a la zona de Marsella. Posteriormente, José se habría trasladado hasta sus posesiones en el oeste de Gran Bretaña, en donde fundaría lo que algunos investigadores consideran la primera iglesia cristiana: Glastonbury. Se piensa que su primer templo fue levantado alrededor del año 37. D. C., y que sobre él se construyeron edificaciones cada vez más complejas hasta terminar en la «Abadía» —y que fue destruida en 1439 por orden de Enrique VIII; hoy pueden verse las ruinas de lo que otrora era un templo imponente—.

José de Arimatea, y sus descendientes, protegerían la copa por siglos en Glastonbury. Inclusive, la leyenda del Rey Arturo y los «Caballeros de la Mesa Redonda», forman parte de esta historia, pues ellos también servían al Grial. Más tarde, en la línea de sucesión para velar por la piedra, aparece el misterioso caballero Parsifal, descendiente directo de José de Arimatea y punto importante en esta historia que estamos intentando comprender.

Debo mencionar, una vez más, que en la experiencia en Kayona Joaquín no se refirió a la piedra de Orión como el Santo Grial. Sin embargo, sí quedó claro que Jesús la tuvo en sus manos. Por ello algo en mi interior se moviliza —y con intensidad— al considerar la posibilidad de que la historia de la piedra cósmica y la leyenda de la Copa de Cristo, es una sola.


EL GRIAL EN AMÉRICA DEL SUR

Esta asombrosa posibilidad, hoy considerada por numerosos investigadores europeos, se basa precisamente en la leyenda del caballero Parsifal, inmortalizado gracias a un enigmático poema que habría sido escrito entre los años 1150-1170 por el trovador alemán Wolfram Eschenbach. Como recordamos, esta importante obra sirvió de modelo para la ópera «Parsifal» de Ricardo Wagner.

Gracias a los libros del fallecido profesor Guillermo A. Terrera, conocí en una fecha tan tardía como 1993 —por una oportuna publicación de Editorial Kier de Buenos Aires—, la historia de aquel largo viaje que emprendió el mítico caballero desde la vieja Europa a América del Sur. Confieso que en aquellos años tome el texto ligeramente, quizá por no disponer de mayor información y hallarnos aún muy lejos de una revelación como la de la piedra de Orión y la existencia de Kayona.

De hecho, se piensa que la obra de Eschenbach se sustenta en leyendas muy antiguas. El trovador bebió de esas fuentes y como gran iniciado supo transmitir, aunque de forma críptica, la misión de llevar aquella copa cósmica al sur del mundo, donde estaría a mejor recaudo, pues en Europa ya se le buscaba con ambición.

Vayamos al grano y veamos algunos extractos de «Parsifal». Sin duda activarán el corazón del sincero buscador de la Verdad:

«De dónde ha salido el caballero angelical si hace milenios en el corazón de Pamir nació. Los Hiperbóreos lo recuerdan como un Vril convertido en el defensor del Vaso Sagrado, de la música cósmica y de todo el lugar. Para buscar las Tierras Blancas, de la Galia partió, como buen templario la Cruz Gamada lo acompañó. Antiguos viajeros del Himalaya y la Rueda del Sol le dieron la presencia del milenario Bastón en las altas montañas del Argentum Polar. Porque el Lapis Exilis fue caído del Cosmos envuelto en un tonante fuego celestial. Oculto lo mantuvieron los Dioses de la Tierra en un Monte Sagrado de la innombrada Viarava donde Vultán le otorgará su Mágico Destino...».

Existen muchas interpretaciones de este texto. Pero es evidente que alude a un viaje desde «La Galia» hacia el «Argentum Polar». Un nombre por demás sugestivo y que hace pensar en la actual Argentina, que se ubica en el sur de América, llegando inclusive a mirar de cerca las costas de la península antártica (Tierra del Fuego). El texto menciona a Parsifal como «Templario», señalando que «antiguos viajeros del Himalaya» (¿la Hermandad Blanca?) le entregaron los datos que necesitaba para su viaje a Argentum, y para ubicar en sus montañas un milenario bastón, que a decir de Terrera —y estamos de acuerdo con él— no es otra cosa más que el toqui lítico o bastón de basalto negro hallado en el Cerro Uritorco, el paraje que esconde la mítica ciudad de Erks, en Capilla del Monte (Córdoba, Argentina).

El texto, por si fuera poco, describe al Grial como un «vaso sagrado», añadiendo el término Lapis Exilis —que para algunos investigadores, como René Guenón, es una alusión a un objeto que cayó del cielo—. Como fuere, textualmente se dice que «fue caído del cosmos». Es decir, que la naturaleza del vaso, o Grial, es espacial. Que vino de las estrellas. Al menos ella es nuestra impresión, aunque en el texto el Grial y el misterioso bastón del Uritorco se entremezclan, como si ambos perteneciesen a un mismo origen sobrenatural.

En otro aparte de «Parsifal» hallamos más detalles:

«En que lejana cordillera podrá encontrar a la escondida Piedra de la sabiduría ancestral, que mencionan los versos de los veinte ancianos, de la Isla Blanca y de la estrella Polar. Sobre la montaña del Sol con su triángulo de luz surge la presencia negra del Bastón austral, en la Armórica antigua que en el sur está. Sólo Parsifal, el ángel, por los mares irá con los tres caballeros del número impar, en la Nave Sagrada y con el Vaso del Santo Grial, por el Atlántico océano un largo viaje realizó hasta las puertas secretas de un silencioso país que Argentum se llama así siempre será. El caballero del Sol, con su fuerza caminará, llevado por la piedra del combate ancestral. Diadema de Lucifer, luz de corona encantada en vaso, por el poder del Dios Vultán junto al Bastón de Mando, por los siglos, descansará...».

El texto despeja toda duda: el Grial es en realidad una piedra cósmica que encierra una sabiduría ancestral. Eschenbach le llama «la piedra del combate», lo cual recuerda el episodio de la Guerra Antigua en Orión. Incluso esta obra iniciática afirma que el caballero Parsifal la lleva consigo cruzando el Atlántico hasta «Armórica» (¿América?) y en ella ubica un silencioso país, que como vimos en la primera cita, es llamado Argentum (insisto: ¿Argentina?). Demasiada casualidad. Es como si el nombre del continente ya hubiese sido preestablecido por esferas superiores —y por consecuencia su misión— antes de la visita de Américo Vespucio. Igual con Argentina, que debe su nombre, oficialmente, al Río de la Plata que discurre por su geografía.

La alusión a la diadema de Lucifer tampoco deja de ser importante, por cuanto la leyenda más extendida del Grial sostiene que una suerte de esmeralda (piedra verde) cayó de la frente del Ultraterrestre y de ella se hizo el vaso sagrado. Este símbolo dice muchas cosas. Lucifer representa al Universo Mental. Y es curioso que la piedra «salga» de la frente, que simboliza el Tercer Ojo y por tanto la capacidad de proyección y creación. ¿Acaso la piedra no surgió en Orión como una «cristalización» de la energía mental al crear el plano físico?

Además de la obra de Eschenbach, existen otros indicios que señalan a los Templarios como los portadores de la copa de Cristo al sur del mundo.

La gota que colmaría el vaso fue la expedición de la Fundación Delphos de Buenos Aires, que coordina el Ing. Flugerto Martí. Basándose en diferentes relatos medievales, donde se señala la existencia de un «fuerte» en las costas del sur del mundo —y en donde arribaron 33 hombres de túnicas blancas y cruces rojas en el pecho—, Martí y los miembros de Delphos pudieron identificar tan singular paraje en el Golfo de San Matías, en la patagonia argentina. Para coronar la hazaña, cerca del enclave hallaron una piedra templaria que muestra una cruz simétrica grabada en relieve. Este hallazgo, realizado en abril de 1998, sería el primero de una serie de «anomalías» que invitaban a pensar que un grupo de características indoeuropeas habría llegado a América antes que Colón...

En el mes de junio de 2005 pude visitar aquella zona, concretamente la meseta de Somuncurá, coincidiendo nuestra visita con un especial de televisión a cargo del Canal Infinito, llamado «Patagonia Fantástica».

En el programa, se entrevistaba a los moradores de Somuncurá, que narraban sorprendidos sus encuentros con apariciones de hombres blancos y barbados, montados a caballo y en actitud de estar vigilando la zona.

¿Acaso las almas de los antiguos templarios? ¿Por qué en aquel lugar de la Patagonia? Además de los descubrimientos de la Fundación Delphos y los fantásticos testimonios que recogió en la zona el Canal Infinito, no es menos importante la constante aparición de ovnis en el lugar. De hecho, se logró captar uno de estos objetos sobre los cielos de Valcheta, pueblo donde, según nos dijeron, se había hallado la enigmática piedra templaria... La imagen fue tomada por el fotógrafo Alejandro Alonso, el 25 de septiembre de 2004.

Pero allí no termina la trayectoria de aquella piedra de poder, antes de quedar, una vez más, a custodia de la Hermandad Blanca. Siglos más tarde, la esmeralda cósmica emergería en tiempos de los incas.


LA DIOSA UMIÑA Y EL TESORO DE RUMI ÑAHUI

Gracias a la periodista ecuatoriana —y gran amiga—, Cecilia Novoa, conocí la historia de esta apasionante leyenda. Aunque hay diversas fuentes, y algunos entredichos, todos están de acuerdo en que aquella esmeralda sobrenatural, apareció en algún momento de la historia prehispánica del Ecuador.

La primera cultura que nos da indicios concretos de la piedra de poder fueron los mantas, un grupo místico y religioso, tal como lo describe el cronista español Cieza de León. Ellos rendían culto a una «diosa» que albergaba poderes curativos. No era otra cosa que una gran esmeralda a la que llamaban «Umiña».

De acuerdo a diversos investigadores, la Diosa Umiña era una piedra de fina esmeralda, cuyo valor podía exceder a todos los tesoros juntos de muchos templos. Su adoración se la realizaba en el templo construido en la isla de La Plata, hasta donde llegaban enfermos de todas partes. Luego que el gran sacerdote recibía la ofrenda (oro, plata y piedras preciosas) hacía sus deprecaciones postrado en tierra, y después de tomar con un paño blanco y limpio a la Umiña, frotaba con el mismo paño la cabeza del enfermo. Y muchos sanaron...

Tanta fama alcanzó en la época prehispánica que incluso desde centroamérica llegaban enfermos en busca de sanación. Esta circunstancia —no puedo omitir mencionarlo— nos pone tras otra pista, que nos conduce en línea recta a la cultura maya. Pero ya lo analizaremos en otra ocasión.

Otro relato que apunta a la existencia de la Umiña, recae en la persona de la princesa quitucara Quilago, sacerdotisa de la Luna, relacionada a las desconcertantes pirámides de Cochasquí —lugar que siempre indicaron los Guías como «ideal» para los trabajos de los grupos de Quito—; de acuerdo a la leyenda, Quilago mantuvo un romance con el inca Huayna Cápac, entregándole como dote a su reinado la esmeralda de poder. A la muerte del soberano Inca, el destino de la piedra estaba jugado: no podría caer en manos de los conquistadores españoles.

En aquel momento los hijos de Huayna Cápac, Huascar y Atahualpa —este último fruto de la unión del inca con la princesa Quilago— se hallaban en una encarnizada lucha por controlar el Imperio, situación que facilitó la conquista del Perú.

El hecho puntual en torno a esta disputa de poder, es que de acuerdo a las experiencias de contacto de los grupos de Quito, la verdadera batalla entre Huascar y Atahualpa, era por la Umiña que en su momento poseía su padre Huayna Cápac.

Como fuere, se sabe que el antiguo general de Huayna Cápac, Rumi Ñahui, al enterarse de la traición española a Atahualpa y su ejecución en la llacta de Cajamarca (1533), furioso incendió Quito y se dirigió con los tesoros del Imperio a Llanganati, un enclave que no es fácil de vencer: en parte montaña, en parte páramo, y cubierto de densas nieblas y acompañado frecuentemente de copiosas lluvias. Como bien sugiere Luriano Andrade Marín en su obra «Llanganati» (1933), este paraje permanece oculto de tal manera al Oriente de la Cordillera Real del Ecuador, que su situación estratégica parece más obra de malicia humana que de casualidad natural. Supuestamente, en la laguna de Yanacocha —o quizá en otro lugar más alejado— Rumi Ñahui escondió el «oro de Atahualpa». No obstante, de acuerdo a lo que nosotros sentimos allí, lo que dejó el antiguo general inca fue más que eso.

En la foto, Expedición Rahma a Llanganati (2005). Ricardo González al centro.



No tengo duda alguna que Rumi Ñahui fue un iniciado que supo poner en manos de la Hermandad Blanca la protección de la «Umiña».

Al margen de este episodio, las cualidades sobrenaturales de la «esmeralda» son innegables. Muchos la citan, sin olvidar sus poderes curativos, hecho que conglomeró a diversas culturas de la época. Quizá por esta razón, por el poder inmenso que albergaba y que muchos soñaban poseer, Huascar y Atahualpa se enfrentaron.

Gracias al explorador italiano Gaeteano Osculati, podemos leer una «descripción» de aquella esmeralda. El texto, increíble como revelador, reza lo siguiente:

«...Yo transmitiré a cualquier persona el secreto de la diosa verde, este secreto que me cuesta la vida. Allí está, esta copa fabulosa, tallada en una sola esmeralda y gracias a la que el Inca Supremo captaba todo el poder de las estrellas. Es la más grande esmeralda del mundo. Ella alcanza en mis dos manos abiertas. Está tallada en forma de copa pentagonal. Ella es sagrada, ella es mágica. Permite desplazar montañas pero no salvará la vida de quien la robe. Estoy solo. Mis ojos la velan. Pronto no tendré la fuerza de escribir, la palabra clave, la palabra mágica, es Umiña...».

Este extraño relato, que procede de 1847 —escrito en plena amazonía del Ecuador—, alude al poder grandioso de aquella piedra de poder, hecho que queda tajantemente descrito en otro aparte del manuscrito, que dice:

«...El que conoce el secreto de la piedra ligera y brillante, obtendrá el don de elevarse como las palomas hacia las alturas de los cielos, será llevado por los aires como el cóndor, encima de las montañas sagradas, y conocerá la revelación divina por el ala, el fuego y la piedra fundamental...».

Esta piedra «ligera y brillante», es mencionada como una «copa pentagonal». Su relación con la leyenda del Grial no deja de ser inquietante. Lo poco que sabemos, es que el nombre «Umiña» no es fortuito. Como dice el texto, es la palabra «mágica y clave». ¿Pero para qué? Aquel vocablo quechua parece invocar al elemento cósmico. Como si se tratase de un mantran «llave» que puede conectar al iniciado con el poder que hoy reposa en la dormida Kayona, esperando los últimos tiempos de este planeta.


REFLEXIONES

Desde el remate de las pirámides de Egipto, al betilo o piedra de Chintamani que llevara Nicolas Roerich al desierto de Gobi, hallamos la relación entre la leyenda del Grial y su origen en Orión.

Por ello los Guías —en una experiencia de contacto que afrontaron los grupos de Bariloche—, afirmaron que la piedra, bajo diferentes denominaciones, tuvo su paso a través de las épocas y los hombres. Sea la piedra de Orión, el Grial, la Umiña o Chintamani, el elemento cósmico es uno solo. Y he allí la revelación de esta experiencia.

Ahora comprendo porqué los Guardianes y Vigilantes empleaban los cristales verdes brillantes, como en su momento lo hizo el célebre Thot el Atlante con las «Tablas Esmeralda» para archivar eternamente su conocimiento: aquellos elementos, al ser cristalizaciones provenientes del Universo Mental, tenían poderes inimaginables. No en vano fueron empleados para diversas y complejas tareas, como archivar grandes cantidades de información. También para acumular energía cósmica, probablemente para la navegación espacial —donde combinan la tecnología y el avance psíquico como conductor y «piloto»; o como se nos dijo en algún momento: para «atar» a las esencias de los deportados a la Tierra, tanto colectivamente como individualmente. A este tipo de cristales prisión los extraterrestres les llaman ergomenón, y los hay de dos tipos: los piramidales de base cuadrada (colectivos), y los octaedros (individuales), estos últimos de menor número en nuestro planeta debido al fuerte poder que emanan.

Pero la piedra estelar que alude «la otra historia del Santo Grial», es el elemento primigenio, el cristal mayor y único en sí mismo. Un poderoso oráculo viviente. Y quizá el cristal angular que retiene a más de un alma caminante en este bello planeta azul.

Hoy comprendo mejor la extraordinaria experiencia que viví en Tierra del Fuego. Y porqué hay cosas que aún no se pueden desvelar ni «tocar». No obstante, soy conciente que el contacto de diciembre de 2004 fue tan sólo una primera aproximación a este misterio. Desde luego, acceder a Kayona permitió además la activación del Disco Solar que forma parte de la Red del Tiempo, y la revelación de un canto antiguo que enlaza aquellas herramientas de poder hoy diseminadas en los Retiros Interiores más poderosos de las Américas y Antártica. Pero pese a todo lo logrado, ha sido sólo un primer paso.

La invitación a la Antártica aún está abierta. Kayona y la piedra de poder poseen más secretos. Aún hay mucho por revelar. Y ello ocurrirá sólo cuando empecemos a buscarnos a nosotros mismos y a reflejarnos con nuestros compañeros de viaje. Un viaje no físico. Sino espiritual.

He allí el verdadero Santo Grial. La copa sagrada de la cual debemos beber antes de embarcarnos en cualquier aventura externa.

Y sólo el tiempo, como en todo, juzgará la validez de esta apasionante historia...

Un abrazo en la luz,
Ricardo González


Para leer el Informe completo:
  • «Informe Kayona» (Parte 1)
  • «Informe Kayona» (Parte 2)
  • «Informe Kayona» (Parte 3)
  • «Informe Kayona» (Parte 4)
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